lunes, 10 de octubre de 2016

Un aviso: no dejéis que pediatras ni enfermeras bajen la piel del pene al bebé para curar su fimosis


   El tema del pene de los bebés y sus prepucios es una de las grandes luchas de los últimos tiempos, pues muchos pediatras, con la intención de ahorrar una intervención al niño por fimosis, deciden solucionarlo cuando aún es bebé, bajando la piel de manera forzada o simplemente llevándola al límite de su elasticidad para ver cuánto se retrae.
Muchos niños lloran, sangran y sufren en ese momento y otros, aunque aguantan el envite, no muestran el dolor hasta el momento de ir a hacer pipí, cuando el escozor es evidente. ¿Y todo para qué? Pues para eso, para hacer sufrir al niño, porque es una maniobra totalmente desaconsejada. Así que ahí va el aviso a todas las madres: no dejéis que el pediatra, ni la enfermera, ni nadie, baje la piel del pene de vuestro bebé de ese modo.

No haga nada con el pene de su hijo

Los bebés tienen adherencias prepuciales desde que nacen, esto quiere decir que tienen la piel adherida al glande para evitar irritaciones por el contacto con la orina, la caca, etc. Además, tienen un anillo de piel bastante rígido que impide la retracción, que va desapareciendo con el paso del tiempo.
Como la piel está adherida es casi imposible bajar la piel, así que lo que se aconseja es no hacer nada. Hasta hace un tiempo yo mismo aconsejaba bajar un poquito la piel durante el baño, siempre sin forzar, por cuestión de higiene, pero es que no hay que hacer nada en especial (que si se hace sin forzar no pasa nada, pero es probable que ese momento de higiene no tenga ningún beneficio y siempre hay riesgo de que alguna madre o padre baje más de la cuenta).
¿Qué por qué digo que no hay que hacer nada? Pues porque lo dice la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, por ejemplo, cuando en las recomendaciones para el cuidado del pene incircunciso (no circuncidado) dice:

Un pene incircunciso tiene el prepucio intacto. Un bebé con un pene incircunciso no necesita cuidados especiales y el baño normal es suficiente para mantenerlo limpio.
No retraiga hacia atrás el prepucio para realizar la limpieza en bebés y niños. Esto puede lesionar el prepucio y causar cicatrización, lo cual podría hacer que la retracción sea dolorosa y difícil posteriormente en la vida.

Más claro, el agua. El prepucio protege al glande y la retracción está desaconsejada porque si los separamos, la protección desaparece y porque lo último que se recomienda hacer si lo que se pretende es que una piel sea elástica es herirla, porque las heridas producen cicatrices y las cicatrices tienen siempre menos elasticidad que la piel sana e intacta.

Cómo evoluciona el prepucio de los niños

Por no sé qué razón muchos pediatras esperan que el prepucio pueda bajar a los 2 ó 3 años. Algunos esperan hasta los 4 ó 5, en claro signo de tener más paciencia, pero es que aún es pronto.
Según el artículo "Manejo conservador del prepucio", de JM Garat, el porcentaje de niños a los que se les puede retraer el prepucio al nacimiento es de un 4%. Al año de vida, al 50% de los niños. A los 2 años, el 75%. A los 3 años, el 90%. A los 4 años, el 91% y a los 5 años el 92%.
No aporta más datos en niños más mayores, así que no sabemos cómo sigue la resolución espontánea de la fimosis fisiológica, pero da la sensación de que si no se hace nada, irá mejorando igualmente.
De hecho, un estudio hecho en Japón, publicado en el año 1996, que analizó la forma y capacidad de retracción del prepucio de 603 niños japoneses desveló que la incidencia del anillo apretado que imposibilitaba la retracción del prepucio es la siguiente:

Fimosis

Como veis, la fimosis se va resolviendo desde el momento en que el bebé nace, separándose poco a poco la piel del glande y eliminando el anillo de piel que impide la retracción del prepucio.
Al año, el 40% de los niños del estudio tenían aún el mencionado anillo, y de año en año la incidencia iba disminuyendo hasta llegar a la etapa de los 11-15 años, donde permanece en un 8,6% de los niños.
Esto no quiere decir que a los 12 meses al 60% de los niños se les pueda bajar la piel del pene, porque además del anillo existen las adherencias, lo que hemos comentado de la piel pegada al glande. Esas adherencias tardan mucho más en desaparecer (a los 6-7 años tiene adherencias el 63% de los niños), pero las adherencias no son fimosis.
Para verlo más gráficamente, os dejo con una imagen del blog Urología Peruana que lo representa perfectamente:

Desarrollo Prepucial

¿Pero, y las infecciones?

Es cierto, en este estudio 9 niños padecieron balanitis y los 9 tenían un prepucio que no podían retraer completamente. Sin embargo, la incidencia total fue del 1,5%, 7 niños tenían entre 1 y 5 años y otros estudios muestran casos en niños de 6 meses, por lo que la causa parece ser más un déficit de higiene que la dificultad de bajar la piel del prepucio (o una combinación de ambas).
Otro estudio, en esta ocasión de Dinamarca, publicado en 1968, muestra que la incidencia de fimosis a los 6-7 años es del 8%, a los 8-9 del 6%, a los 10-11% del 6%, a los 12-13 del 3%, a los 14-15 del 1% y a los 16-17 del 1%.
Ese 1% es el que muy probablemente necesitará una intervención de fimosis o no, porque hay tratamientos con cortisona que también funcionan. Pero claro, hablamos de la evolución normal del prepucio sin ninguna intervención médica, con la única de los niños tocándose desde pequeños, resolviendo en muchas ocasiones ellos mismos la fimosis.

Los niños son los primeros “agentes antifimosis”

No todos lo hacen del mismo modo o con la misma intensidad, pero muchos niños se tocan el pene cuando les quitas el pañal, de tal modo que da la sensación de que se van a hacer daño: tiran para fuera, para un lado, para el otro, estiran y todo lo que se les ocurre. A ellos sí que hay que dejarles (que hay madres que deben tener miedo de que sientan algún tipo de placer y lo evitan). Hay que dejarles porque estirar la piel hacia afuera es un método adecuado para ir separando piel y glande.

La aplicación de corticoides también es efectiva

La intervención quirúrgica se ha considerado siempre como la única manera de resolver la fimosis, necesaria además a los 3-4 años para evitar problemas futuros. Sin embargo, la tendencia es a intervenir cada vez más tarde. Dicen los expertos, que con el objetivo de evitar una anestesia general, es mejor operar más tarde de los 8 años, pero vistos los datos puede ser aún pronto, pues hasta los 12 años el porcentaje de niños con fimosis va disminuyendo hasta llegar al 1%.

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Pero esto, intervenir en quirófano, debe hacerse solo en caso de que no se haya resuelto antes de otro modo, porque la aplicación de una crema de corticoides junto a unas leves maniobras de retracción están resultando ser efectivas en muchos casos y no solo es mucho más económico, es que evitas tener que pasar por una intervención, una anestesia y las posibles complicaciones posteriores.
La tasa de resoluciones es muy elevada, pues tiene un porcentaje de éxito de un 85-95% cuando la crema administrada es de betametasona. Un porcentaje tan elevado en niños de más de 10 años, por ejemplo, cuando los casos son ya pocos, deja muy poquitos casos que tengan que solucionarse en un quirófano.
Otra indicación para operar, claro, es si la fimosis causa problemas al niño. Si va haciendo infecciones como balanitis o si tiene dolor cuando tiene una erección, hay que hacer el tratamiento con corticoides para tratar de solventarla. Si no es efectiva, entonces sí se recomienda operar, aunque el niño sea pequeño.

Concluyendo

Prácticamente todos los niños nacen con el prepucio adherido al glande, sin poderse retraer. Es algo normal que no debe causar preocupación.
La piel del pene no debe nunca forzarse a bajar, pues lo hará cuando esté preparada para ello, sin haber una edad concreta o límite a partir de la cual debería suceder en todos los niños.
La recomendación para padres, pediatras y enfermeras es la misma: no haga usted nada con el pene del niño. Sí hay que mirarlo, obviamente, cuando son bebés, para valorar que no haya ninguna malformación, pero una vez esto queda descartado, bastaría con preguntar un "¿Todo bien con su pene?", porque si no hay infecciones, dolor ni nada que preocupe a los padres, no hay necesidad de tocarlo.
Más adelante, cuando los niños ya saben retraer la piel, pueden ser ellos mismos los que muestren al pediatra cuánto baja, qué adherencias tiene y qué intervención puede necesitar, en caso de fimosis (si es que la necesita, porque como ya hemos dicho, si no hay síntomas no hay que hacer nada más que esperar).
Así que vamos a dejar de hacer daño a los bebés sin necesidad, y no solo daño: vamos a dejar de herirles sus prepucios y añadir problemas a una zona muy delicada, y más cuando el hecho de que tengan fimosis es totalmente normal y fisiológico.


YA LLEGÓ EL OTOÑO!!

 
 


miércoles, 5 de octubre de 2016

Trastornos del habla: tartamudez evolutiva



  Entre los dos y cinco años, es muy frecuente que nuestros hijos produzcan algún bloqueo o repetición de palabras cuando quieres decirnos algo; es lo que se conoce como tartamudez evolutiva.
Los padres deben estar informados sobre esta etapa del desarrollo de sus hijos, y de esta forma no preocuparse demasiado, ya que sus esfuerzos por corregirle pueden estar alejados de su intención inicial de ayudar al pequeño.
El niño de esta edad, por lo general, da a esta falta de fluidez inicial la importancia que tiene, es decir: ninguna. No obstante, esto cambiará si nosotros, como padres, se la damos y le incitemos a pensar que algo de lo que hace no está del todo bien. Por ello, es muy importante que el entorno del niño haga lo posible para que esto no ocurra.
Es muy importante no llamar la atención sobre su alteración en el habla, ya sea de forma directa o indirecta, y dejar que el desarrollo siga con absoluta normalidad. Así, a continuación, daremos una serie de consejos para los padres ante la tartamudez evolutiva
  • No agobiarnos por la forma de hablar del niño. Es muy importante no manifestar, de forma verbal o no verbal, signos de impaciencia o ansiedad, ya que los pequeños captan con rapidez nuestros estados de ánimo.
  • Prestar más atención a lo que dice el niño y no a cómo lo dice
  • Debemos evitar pedirle que hable más rápido y con mayor precisión todo el tiempo.
  • Evitar la corregirle de forma frecuente, así como criticar o tratar de cambiar su forma de hablar
  • Ayuda el mantener el contacto visual, de forma natural, mientras el niño habla
  • Es importante recordar que no debemos reñir, censurar, criticar o ridiculizar al niño por su forma de hablar.
  • Debemos evitar todo tipo de situaciones de tensión para el niño. Si esto no fuera posible, es importante que nadie haga observaciones acerca de la forma de hablar del pequeño. Así mismo, se evitará cualquier contacto con personas que pudieran perjudicarle en este sentido.
  • Es vital el dar tiempo para terminar lo que nos quiera decir. No debemos adelantarnos e intentar adivinar continuamente lo que va a decir.
  • Aunque tartamudee, no debemos interrumpirle. En el caso de que manifieste signos de esfuerzo cuando habla, debemos distraer su esfuerzo y facilitar una buena comunicación.
  • Podemos realizar actividades conjuntas de forma tranquila, con pronunciación clara y frases sencillas. Estas actividades puedes ser leer cuentos, comentar lo que se ve en la televisión o hablarle de cosas que le interesen.
  • Si nuestro hijo nos habla mientras hacemos alguna actividad que requieren concentración (conducir, cocinar…), debemos indicarle que aunque no lo estemos mirando, le está escuchando y prestando atención.
  • Evitar hablar al niño con ritmo acelerado. Esto mismo se puede aplicar al ritmo de vida que se lleve en la casa.
  • Debemos intentar que nuestro hijo se encuentre contento y relajado, expresándole de diversas formas que lo queremos, lo valoramos y disfrutamos el tiempo que estamos junto a él.
Siguiendo estas indicaciones, conseguiremos que nuestro hijo supere con total normalidad la tartamudez evolutiva. De lo contrario, es decir, prestando demasiada atención a sus disfluencias normales del desarrollo, el niño puede que no supere estos problemas del habla, llegando a una verdadera tartamudez infantil.