viernes, 8 de noviembre de 2013

MORDISCOS Y ARAÑAZOS EN LA GUARDERÍA


Dicen los educadores de las escuelas infantiles que el grupo de niños de uno a dos años es uno de los más estresantes porque, aunque estén con cien ojos vigilándoles, los mordiscos se repiten a diario. Aunque la atención sea exquisita, es inevitable que se produzca el mordisco, el tirón de pelos o el arañazo. ¿Por qué se comportan así a esta edad?

Por sobreprotección
Una de las consecuencias del exceso de protección es la baja tolerancia a la frustración.
Un niño de dieciocho meses a quien en casa le dan todo lo que quiere ipso facto piensa que siempre va a ser así. ¿Por qué tendría que ser diferente en la escuela?
Pero en clase, muchas veces otro niño está tomando el zumo que este quiere. Como no le van a dejar que se lo quite, lo más seguro es que coja una rabieta de escándalo y que, si aun así ve frustrados sus deseos, le dé un buen tirón de pelos al compañero para lograr su objetivo. Nunca le han negado nada, no conoce el significado de la palabra "no" y es muy difícil entenderlo, de repente, cuando se tienen casi dos años.


Por exceso de emoción, alegría o cariño

Muchas veces lo que acaba pareciendo una agresión no deja de ser un acto de cariño..., aunque un poco exagerado, eso sí.
A los críos les encanta tocarse, darse besos (es muy placentero poner la boca en la cara o en el cuerpo de otro niño), se ponen nerviosos y simplemente se «pasan» con los cariñitos. A esta edad aún no tienen control emocional; no son capaces de canalizar las emociones intensas, se ponen nerviosos y, ¡mordisco al canto!


Por ausencia de lenguaje oral

Los niños de estas edades aún no saben hablar y no pueden utilizar la palabra para resolver sus conflictos.
Al no dominar la comunicación verbal, sus formas de mostrar rechazo, frustración, deseo o necesidad son un tanto aparatosas. Su agresividad es, simplemente, una manera de decir qué quieren o qué no quieren, su modo de hacerse entender y de resolver los problemas.


Por problemas con la dentición

Que acaben de salirles los dientes es motivo más que suficiente para morder, con desesperación, todo lo que tienen cerca.
Lo malo es si lo que pillan es el bracito de un compañero. También influye en este comportamiento que se les quite el chupete; les produce mucho desasosiego: el chupete es como un bálsamo para el ánimo de nuestros pequeños.


Por costumbre

¿A que es gracioso cuando un bebé de seis o siete meses nos tira del pelo? Mamás, tíos y abuelos les reímos la gracia...
"Pero..., ¿has visto qué fuerza tiene? ¡Si hasta me ha hecho daño!" Incluso agachamos nuestra cabeza para que el angelito lo tenga más fácil y acceda sin dificultad a nuestro mechón de pelo o a nuestra oreja. Pero si no vamos moldeando, poco a poco y con mucho cariño, estos comportamientos, no entenderán por qué, al llegar a los 18 meses, no solo no nos hace gracia el tirón de pelo o el mordisco, sino que encima se llevan una bronca.


Por pensamiento egocéntrico

A esta edad los niños están en un momento evolutivo conocido como el del pensamiento egocéntrico. Y ¿qué quiere decir esto? Pues, entre otras muchas cosas, que son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me preocupa que lo tengas tú; no puedo comprender que tú también lo quieras. Lo quiero y te lo quito y, si te resistes, te muerdo. Además, después tampoco pueden entender por qué llora el mordido.
Los niños de uno a dos años no son capaces de compartir. No es que sean egoístas, es que aún no saben hacerlo.


¿Cómo corregir su comportamiento?

Se entiende que estas conductas agresivas están dentro de lo normal a esta edad, pero es necesario encauzarlas hacia otras formas de relación más adecuadas.
La clave está en corregir estos comportamientos con constancia pero sin dureza, evitando en todo momento ofrecerles modelos agresivos: la solución no es enseñarle a que muerda al que ha sido mordido.


¿Cómo deben actuar sus cuidadores en la escuela infantil?

  • Ante un incidente de este tipo (mordisco, golpe, arañazo) lo primero es atender al niño que ha sido agredido, calmarle y ofrecerle seguridad.
  • Hay que hacerle entender al que ha provocado el altercado que lo que ha hecho no está bien, que actuando así hace daño a su compañero y que no debe repetirlo.
  • Hay que evitar etiquetar a los pequeños como malos, pegones o trastos. Los niños no son malos, lo que está mal es su acción y así hay que hacérselo ver. Ponerles etiquetas solo va a llevar a que se identifiquen con el papel y a reforzar ese comportamiento.
  • Si el comportamiento agresivo es muy recurrente, convendrá apartarle de la situación y retirarle un ratito, muy breve, al rincón de la tranquilidad para que se relaje y, cuando vuelva al grupo, pueda seguir la actividad con total normalidad.
  • Cuanto más claras estén las normas y los límites en el aula, antes los interiorizarán y podrán ir desarrollando progresivamente habilidades sociales alternativas a la agresión para resolver sus conflictos.

Por: Alicia Herranz, psicopedagoga.
SerPadres.es

 

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