Cuando llega un bebé a la familia, el hijo mayor necesita un tiempo para aprender a compartir a sus padres. La cuestión radica en cuánto mimarle para que no se sienta menos querido, ni se convierta en un niño consentido.
Con la llegada de un hermano, los celos son un sentimiento normal y hasta positivo en los niños, siempre que los vivan dentro de unos límites razonables. Indican que el pequeño ha desarrollado con sus padres el sentimiento de “apego”, fundamental para que pueda amar y ser amado en el futuro, y que ha establecido un fuerte vínculo familiar. Por eso lo defiende cuando lo cree amenazado.
Y es que las cosas cambian mucho para él cuando llega el bebé. Si hasta ese momento era el centro de todas las miradas, ahora las visitas fijan su atención en el recién llegado. Y sus padres tienen menos tiempo para atenderle. Por todo ello, para evitar que lo pase fatal, hay que ayudarle a entender su nueva situación. Salvo casos contados, el niño resuelve bien sus celos una vez que comprueba que el cariño de sus padres no se esfuma por compartirlo.
EL PROCESO DE ADAPTACIÓN
Hay muchas medidas que puedes adoptar para facilitar a tu hijo la tarea de aceptar a su hermano. Por ejemplo:
- Permitirle que mire y acaricie al pequeño con cuidado tanto como quiera.
- Dejar para más tarde el traslado a su cuarto, para que no se le junten demasiadas novedades al mismo tiempo.
- Pedir a vuestros familiares y amigos que cuando vayan a veros, reparen en el hijo mayor, no sólo en el bebé.
A partir de ahí debes asumir que tu primogénito va a atravesar un proceso de adaptación, que no debes intentar suavizarle. Por ejemplo, no le da seguridad que le compres muchos regalos para compensarle por la llegada del hermanito. Al contrario, puede llegar a desconfiar de ti, por haberte vuelto tan generosa. Es más pedagógico que te comportes de este otro modo:
- Todos los días dedícale un ratito en exclusiva (para hablar, ver fotos...).
- Anímale a expresar los sentimientos que le originan la presencia del bebé. Cuando te diga cosas como “¿cuándo lo devolvemos?”, respóndele con cariño que el bebé forma parte de la familia y que no se irá nunca, y que entiendes que, de momento, se sienta así por ello. Insístele en que el bebé crecerá enseguida y podrá jugar con él.
- Encauza positivamente sus llamadas de atención. Si te pide de nuevo el biberón o el chupete, dáselo. Las regresiones a etapas anteriores son la forma que tiene el niño de decir que desea ser como el bebé. Si los padres actúan con naturalidad ante ellas, el pequeño enseguida comprueba que “eso” ya no le satisface y deja de comportarse como cuando era más pequeño.
- Corrige con dulzura sus “excesos” de amor con el bebé. Si de tanto abrazarle le hace llorar, no le riñas; pídele que te ayude a consolarle. Así le das la posibilidad de redimirse y de sentir que puede querer a su hermanito. Si le pillas “in fraganti”, adviértele con voz firme que desapruebas su conducta y que no debe repetirla jamás.
ANTE TODO, CARIÑO Y PACIENCIA
Aunque a tu hijo mayor le cueste aceptar a su hermano, no le ayuda que le mimes y le protejas en exceso, ni que muestres una fingida actitud de desapego hacia el bebé.
Si eres cariñosa con los dos y concedes a tu primogénito algún privilegio por ser el mayor, podrás reprenderle siempre que tengas que hacerlo, sin que se sienta mal por ello. Tu actitud serena y tus muestras de afecto hacia los dos reyes/reinas de la casa acelerarán su proceso de adaptación.
SIGUE SIENDO MUY PEQUEÑO
Que el hijo mayor participe en los cuidados del bebé es un acierto: le hace sentirse útil y le facilita mucho la aceptación del recién llegado.
Sin embargo, hay que evitar que considere su “ayuda” como una obligación, porque esto le agobiaría y le impediría sentirse plenamente feliz consigo mismo y con su hermanito.
Y es que, cuando nace el segundo hijo, los padres no deben olvidarse de que su primogénito sigue siendo muy pequeño.
crecerfeliz.es
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