Miguel Ángel Conesa (Psicólogo)
Poco a poco, según van creciendo, los niños empiezan a alejarse un poco de sus padres, y eso, que tanto les gusta, a la vez les produce miedo e inseguridad.
Viven tantas experiencias en el día, que a veces necesitan parte de la noche para asimilarlas, por eso tienen pesadillas. Éstas se producen en la fase activa del sueño (REM), caracterizada por el rápido movimiento de los ojos (Rapid Eye Movement).
EL QUID ESTÁ EN PREVENIRLAS
Si tu hijo tiene pesadillas, no te preocupes y aprende a prevenirlas:
- Habla con él sobre lo que ha hecho durante el día. A su manera te contará lo que le inquieta, se librará de ello y no enturbiará su descanso.
- Aunque a esta edad los niños suelen ser auténticos “rabos de lagartija”, procura que a lo largo del día también tenga momentos de tranquilidad. Así no se pondrá ansioso (la ansiedad es una de las causas de las pesadillas).
- Evita los juegos muy movidos a última hora de la tarde. Si no, le costará más relajarse una vez que esté en la cama.
- No dejes que vea la tele poco antes de acostarle, aunque sean dibujos animados. Hay estudios que aseguran que el rápido movimiento de las imágenes altera el sueño de los más pequeños.
- Dale una cena ligera y digestiva. Procura que en ella no falten alimentos como la leche y la lechuga, que incitan al sueño, y evita darle otros que pueden excitarle, como el chocolate y los platos muy condimentados.
- Si os habéis enfadado, haced las paces antes de meterle en la cama. Si no, no descansará bien (y tú tampoco).
- Cada noche, sigue la misma rutina para acostarle: dale un baño con el agua calentita, ponle el pijama, léele un cuento con final feliz, rezad o recitad las buenas noches... Los rituales dan seguridad a los niños y ésta les facilita el sueño.
Y SI TE LLAMA LLORANDO...
Si a pesar de tomar estas medidas, tu hijo se despierta llorando porque ha tenido una pesadilla, actúa así:
- Ve a su cuarto, abrázale y dedícale unas palabras de consuelo, como “ya pasó, ya pasó”, que le ayuden a romper el vínculo entre lo real y lo irreal.
- Ofrécele agua. Beber tranquiliza.
- Quédate con él hasta que se calme.
- Cuando salgas de su cuarto, deja la luz del pasillo encendida. Le hará sentirse más “acompañado”.
- Al día siguiente pregúntale qué le pasó por la noche. Así le haces revivir la pesadilla desde el control y la seguridad que le produce estar despierto y a tu lado. Anímale a dibujarla y después, pídele que cambie el dibujo para convertirlo en algo agradable. También puedes pedirle que te la cuente y que la asocie con una palabra que la aleje de él, como “vete para siempre”.
Las pesadillas suelen desaparecer en unos 15 días. Pero si tu hijo continúa teniéndolas, a pesar de haber practicado los consejos anteriores, llévale a un psicólogo infantil. Él te ayudará a encontrar la causa de sus malos sueños (quizá no esté a gusto en la guardería o le asuste el perro del vecino) y así podrás solucionarla enseguida y lograr que tu hijo, por fin, duerma bien.
LOS TERRORES NOCTURNOS, OTRO TIPO DE MALOS SUEÑOS
Cómo reconocerlos. Los terrores nocturnos tienen una base genética y son más frecuentes durante el primer y el segundo año. Sabrás que tu hijo tiene uno si grita y se agita en su cama, pero cuando te acercas a él, notas que no te conoce y que te mira con cara de pánico. Se comporta así porque aún se encuentra en una fase de sueño profundo y aunque parece despierto, continúa dormido.
Cómo calmarle. Abrázale (sólo si se deja), háblale bajito, arrópale y quédate a su lado hasta que el terror se pase solo. Al día siguiente no se acordará de nada, por lo que no te pondrá pegas cuando le acuestes.
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